viernes, 29 de noviembre de 2013

Magnolia y el Conde



Había una vez, en un reino muy, muy lejano, una bruja llamada Magnolia, quien vivía  solitaria en su pequeña casa en medio del bosque, cuidando siempre de los animales, plantas y flores que la rodeaban.       






            Todas las criaturas del bosque amaban a esta bruja; las hadas acudían a conseguir polvos para abrillantar sus alas y contarle  sus amoríos con hombres lobo, los hombres lobo la buscaban para conseguir pociones que detuvieran su transformación, y así  bailar bajo la luna llena con sus hadas en su forma humana. En fin, Magnolia  atendía, ayudaba y conocía a todos los seres de aquellos lugares, a todos…excepto a aquel a quien llamaban El Conde. Acerca de él únicamente había escuchado tristes historias, como aquella narrada por su abuela en una noche fría:

-Cuentan que en el castillo de los Duval vivía un poderoso Conde, el último descendiente de una vieja casta de Vampiros, quien por su  maldad fue castigado por los espíritus del bosque, y un día simplemente desapareció junto con aquel castillo sin dejar rastro, pero cada 10 años, cuando la luna  se torna totalmente roja, se dice que es la señal de que el Conde sigue con vida, sufriendo por su condena-
Magnolia sentía tristeza al escuchar esas historias; se preguntaba si aquel ser de verdad sería así de malvado, y si un día llegaría a verlo.
         

Antes de continuar, permítanme que les describa aquel mágico lugar donde Magnolia habitaba. Su casa era pequeña, hecha de madera con techos triangulares, y desde ahí  emanaba siempre un aroma dulce, ya que Magnolia gustaba de preparar pan y postres para sus visitas, y al mismo tiempo dejar algunas de estas delicias en su patio para aquellas criaturas que pasaran por el lugar.  Para llegar a la puerta de su casa, era necesario atravesar un jardín repleto de plantas que la bruja usaba para sus pociones. También, en el suelo habitaban cientos de hongos,  los cuales se encendían cada noche iluminando el pequeño sendero de piedra que conducía a la entrada de la choza. Las hadas se encargaban de mantener esos hongos en buenas condiciones, regando sobre ellos el agua de luna llena, la cual se conseguía al dejar agua en pequeños recipientes sobre la copa de los árboles cada que la luna estaba en su fase más brillante. Cuando el ciclo lunar terminaba, estos seres alados recogían el agua, la cual  se había transformado en un líquido blanco y brilloso, el cual vertían sobre los hongos. Esta no era la única función del agua de luna, ya que Magnolia la recolectaba también para curar un sinfín de males, y se dice que para renovar su poder, las brujas deben bañarse en esta agua cada noche en que la luna se ausenta. En el jardín habitaban también un buen número de calabazas, quienes sonreían y saludaban a Magnolia cada vez que pasaba por donde se encontraban. Solían poner expresiones tristes cuando la bruja se encontraba melancólica, porque han de saber que a pesar de sus hechizos  y su amor por aquel bosque, de vez en cuando anhelaba un compañero que le brindara su abrazo durante las noches de invierno.

Una noche, como cada tres meses, se reunió con las brujas de los bosques cercanos. En esta ocasión, la reunión tuvo lugar en su casa. Al caer la noche, el cielo se vio atravezado por ágiles escobas que cruzaban el bosque dejando un rastro de magia por donde pasaban.  Al llegar al lugar indicado, se topaban con el divertido letrero puesto por la misma Magnolia en la entrada de su patio, el cual tenía escrito lo siguiente: “Witch´s House”, que en inglés significa: “Casa de la Bruja.”   Las asistentes acomodaban sus escobas en la entrada, y bromeaban con las calabazas que las recibían con amabilidad.




La noche se convertía en una divertida velada, donde el intercambio de fórmulas, regalos, postres, historias de hechizos que tuvieron un resultado divertidamente inesperado, y demás, amenizaban aquella reunión. Pasadas las tres de la madrugada, Gardenia, una de las asistentes, preguntó a Magnolia:
-¿ y cuándo conoceremos a algún enamorado tuyo?-
-Es verdad querida, ¿cuándo nos presentarás a algún apuesto caballero que te acompañe?-
-Eso puede esperar, chicas- respondió la bruja, quien odiaba ese tema-  -¿alguna quiere más jugo de calabaza?-
-¡yo!- se escuchó al unísono, y todas abandonaron el interrogatorio.
La anfitriona se levantó y se dirigió a la cocina, donde al servir un poco de jugo en cada copa, no pudo evitar derramar una lágrima al pensar en su secreta soledad. Se apresuró a evitar que otras lágrimas cayeran, pues es bien sabido que cada vez que una bruja derrama una lágrima, ésta se convierte en una flor azul llamada Reißenhexe , Magnolia no quería ver el piso de su casa lleno de flores, por lo que cada vez que se sentía triste se dirigía a un apartado lugar del bosque, justo donde se encontraba el cementerio de los seres elementales, donde podía derramar las lágrimas que quisiera, ya que al hacerlo llenaba el suelo de flores para sus amados seres. Se trata del consuelo que la madre naturaleza ofrece a las brujas, ya que al florecer sus lágrimas, una sonrisa acude a su rostro.
Al terminar la reunión, todas las brujas se retiraron, dejando sola a Magnolia, quien después de realizar un hechizo que limpiara aquel desorden dejado por sus compañeras, se dispuso a leer uno de los libros que las asistentes le dieron como regalo. “El Libro de los errantes”, decía el título. Se trataba de una serie de pequeños escritos acerca de los seres a los que los espíritus del bosque habían condenado. Cada uno, venía acompañado de un bello dibujo de su correspondiente personaje. El último de éstos llamó la atención de Magnolia; se trataba acerca de aquel ser de quien había escuchado  diversas historias tristes:”El Conde”.
“Oriundo de los bosques de Bakonia, dícese que fue maldito por la cantidad de víctimas a quienes dejó sin sangre. Su castillo se volvió invisible a los ojos de todos,  y el conde mismo se rumora fue convertido en un espectro sin cuerpo, nadie le ha visto en los últimos años aunque se dice que sigue con vida.”


La ilustración mostraba a un caballero de semblante triste observando por la ventana de un viejo castillo, imagen que fue grabada por un  sirviente antes de que el conde fuera castigado. Sin embargo, lo que más llamó la atención de la bruja fueron sus ojos de un color rojo oscuro como la sangre. La hora de dormir había llegado, y Magnolia, somnolienta y cansada, se echó a dormir cuando el sol comenzaba a dejarse ver.
Cuando la noche había llegado, la bruja despertó luego de haber dormido todo el día, y al salir a la puerta de su casa, vio el patio iluminado por los hongos, las hadas cruzar e un lado a otro, y en medio de los árboles, unos inquietantes ojos amarillos.
-Qué alegría ver por aquí a alguien que no viene cubierto de pelo esta vez-
De entre las sombras surgió un hombre alto y fuerte, quien se acercó amablemente a Magnolia besando su mano de manera galante. Se trataba de Phenryl, un hombre lobo guardián de ese bosque. Era un viejo amigo de la bruja, quien la visitaba de vez en cuando para curar algún mal, o advertirle sobre algún peligro.
-Ha sido vista la niebla carmesí en algunos lugares del bosque, y creí que debías saberlo…ronda estos lugares, y no desearás que lastime a alguna de tus amadas criaturas-
-Tendré  cuidado, querido, agradezco la información-
Aquel individuo de aspecto guerrero se marchó rápidamente, mientras Magnolia se dirigía a cortar las flores habituales que llevaría al cementerio del bosque, no sin antes entrar en su casa para ponerse su capucha negra. Se adentró entonces en las profundidades de aquel lugar, iluminando el camino con su  vieja lámpara  de mano. El camino era tenebroso y oscuro, completamente lleno de niebla. Parvadas completas de murciélagos atravesaban los árboles, por lo que la bruja debía agacharse para no ser golpeada por sus veloces alas. A lo lejos, las Banshees lanzaban sus enormes alaridos, y aullidos de hombres lobo resonaban en las montañas. Aún así nada de esto lograba asustar a Magnolia, quien conocía a la perfección este bosque y sus secretos.
Luego de caminar un largo rato en la oscuridad, al fin llegó al antiguo cementerio, el cual era conocido también como “Cementerio de Hadas”. Estatuas de hombres lobo en posición de batalla, hadas con ramos de flores en las manos, duendes sigilosos y brujas adornaban aquel viejo lugar lleno de niebla.


Magnolia dejó las flores correspondientes y se dispuso a marcharse, cuando de pronto un viento frío la hizo voltear la mirada hacia un terrible par de ojos rojos que la observaban. La bruja observó aquellos ojos fijamente, y al prepararse para lanzar un hechizo que dejara al descubierto de quien se trataba, el ser emprendió el vuelo velozmente, dejando ver que se trataba de un murciélago que colgaba bocabajo de un árbol, provocando que el hechizo de Magnolia se estrellara contra una rama, sin tener efecto alguno.  Cuando aquel ser se alejó volando velozmente, un rastro de niebla carmesí, roja como la sangre, quedó flotando en el aire.  Magnolia regresó sumamente inquieta a su casa, preocupada por las víctimas que aquel ser pudiera cobrar en su bosque.
Sin embargo, algo sucedió cuando aquellos ojos se cruzaron con los suyos; pudo sentir una tristeza enorme, como si aquel ser comunicara un mensaje doloroso por medio de esos ojos color sangre.
Ya en casa, pensó en que debería hacer contacto con aquel murciélago, pues evidentemente era distinto al resto de los que habitaban en aquel bosque, y  jamás lo había visto antes, y evitar que dañara a algún ser.  Según uno de sus libros más antiguos, este tipo de Murciélagos de ojos rojos se alimentaban de pequeñas porciones de sangre, pero si  se deseaba realmente entablar comunicación con él, era necesaria la sangre de una bruja, lo cual los atrae en gran manera.
Magnolia, dispuesta a saber si  sus intenciones eran buenas  o malas, sacó de su baúl una vieja aguja de metal, con la cual hizo un corte en uno de sus dedos. Vació la sangre en una diminuta copa y la depositó en la salida de su casa, en el techo.
La mañana siguiente, al salir a observar el sol y  prepararse para comenzar su habitual caminata, encontró algo curioso en la terraza de su techo. Se trataba de una rosa oscuramente roja, junto a la copa de sangre, la cual estaba totalmente vacía…




A partir de entonces, cada noche al ir a dormir, Magnolia dejaba un poco de su sangre en aquella copa, y a cambio recibía una rosa, la cual guardaba en un florero de cristal negro heredado por su legendaria abuela…la poderosa bruja Owen. Sin embargo, en raras ocasiones lograba encontrar al murciélago, pues aunque lo intentara, cada vez que lo esperaba, únicamente sentía un viento frío que agitaba aquellos robles, y al salir…la rosa había sido ya depositada en su techo, y la sangre bebida.
En una ocasión, sin embargo, al quedarse profundamente dormida luego de una larga serie de hechizos, fue despertada por el frío que llegó al lugar. Se trataba de un fuerte viento, el cual era aún más helado que el que solía asolar aquel bosque. La bruja salió de la cama, tomó su capa, y  salió al jardín. El bosque completo se encontraba lleno de una escarcha blanca, pero más extraño aún…la escarcha estaba llena de pequeñas gotas de sangre. Aquella imagen asustó a Magnolia, quien temía algún daño para alguno de sus amados seres del bosque. De inmediato se dirigió a tomar su escoba, cuando entonces encontró sobre su casa algo inusual: se trataba de una rosa marchita, la cual por lo visto era bastante vieja. Debajo de esa rosa, se encontraba un viejo papel, el cual, al desenvolverlo, Magnolia encontró que tenía las siguientes palabras escritas:
-El rastro de sangre te llevará a saber lo que necesitas-
Al voltear, notó cómo efectivamente aquellas gotas de sangre formaban un delgado camino hacia el norte del bosque. Después de mucho caminar, se encontró con un una pequeña arbolelda marchita que jamás había visto, y al atravesarla, encontró un viejo libro de piedra en manos de la estatua de un ángel, cubierto por pétalos marchitos, y algunas gotas de sangre sobre aquel libro abierto. Cuando Magnolia tocó aquel libro ensangrentado, éste se convirtió en un libro de verdad, el cual comenzó a desplegar imágenes que tomaron forma rápidamente.
En un viejo castillo, la sombría figura de un No Muerto devoraba la sangre de varias víctimas, y tras él podrían verse las almas de todos a cuantos había desangrado. De pronto, se le veía de rodillas en medio del bosque, derramando lágrimas de sangre por aquellas culpas. Los espíritus del bosque, lo miraban seriamente, y de pronto, su cuerpo se desvanecía, y quedaba convertido en algo que a Magnolia le parecía bastante familiar…un murciélago de ojos carmesí, que se perdía en la infinidad de la noche.
El libro se cerró, y Magnolia, sorprendida, comprendió  finalmente todo sobre el Conde. El  frío se detuvo, y el bosque volvió a su habitual calma nocturna. Sin embargo, aquel ángel de piedra y aquella arboleda habían desaparecido. La bruja regresó a casa, sintiendo una enorme tristeza por aquella historia, y por los siglos que en soledad, al igual que ella, debía haber pasado aquel ser. Y sin querer, había estado alimentando al Conde, y habían sido sus rosas las que había guardado en el florero de la abuela Owen.
La mañana era nublada y con algo de brisa, por lo cual aquella rosa estaba húmeda. Magnolia tomó aquella flor delicadamente entre sus manos, y la depositó en el hermoso florero de cristal azul donde guardaba todas las que recolectaba. Sin darse cuenta, pasaron varias horas durante las cuales estuvo contemplando aquella rosa, su belleza era sobrenatural, incluso en aquel lugar donde la magia y lo sobrenatural eran habituales. Los pétalos tenían un color más rojo de lo normal, como si hubieran sido pintados con algún hechizo que la propia Magnolia desconociera.
Mientras tanto, en la otra orilla del bosque  un individuo con una vieja túnica, sucia y maltratada marcaba los árboles con una filosa punta, dibujando en ellos oscuros  y antiguos símbolos. Las marcas eran puestas en forma simétrica, con aquellas viejas manos que a la vez cargaban un gastado báculo de madera.  El hombre que realizaba estas marcas confirmó que un círculo hubiera sido formado por los árboles en los cuales había dibujado aquellos signos. Se sentó en el suelo, entre las flores grises sembradas por la lluvia. Viejas frases, pronunciadas en una lengua que pocos conocen ya, eran repetidas por aquel anciano, provocando que en aquel pequeño lugar el viento comenzara a alterar su curso. Las criaturas del bosque que pasaban por ahí comenzaban a acercarse, acostumbradas a los hechizos de Magnolia.  Sin embargo, una maligna sonrisa se dibujó en el rostro de aquel  sujeto, quien al alzar los brazos provocó que surgiera un resplandor verde de aquellos árboles, el cual apareció en sus ojos también.

Una extraña aura verde surgió del cuerpo del anciano, alcanzando a las criaturas que trataban de huir, para después volver a él, quien después de un grito dejó surgir nuevamente aquel resplandor, que cubrió todo el lugar, provocándole cerrar los ojos. El ritual había terminado, y el viejo hechicero sonrió al sentir nuevamente sus manos y su cuerpo lleno de poder, y aquel verde resplandor emanando de su cuerpo como vapor. Satisfecho, se retiró de aquel lugar, el cual había dejado ya de ser el mismo.


La tarde era lluviosa, el techo de la casa de Magnolia, quien se había quedado dormida en el sofá. De pronto, una terrible sensación la hizo despertarse, y tomar su capa aceleradamente, junto a su escoba. Sin importar la lluvia, salió apresuradamente, siendo guiada por una parvada de cuervos hacia una lejana orilla del bosque.  Viajaba lo más rápido posible, al tener la sensación de que algo terrible había sucedido.

Al llegar al lugar, encontró el escenario más terrible que jamás hubiera visto. Los árboles estaban totalmente quemados, y los conejos, venados, siervos, y demás animales que habitaban esa parte del bosque, se encontraban muertos en el suelo, con la vida absorbida por una maligna entidad. Magnolia se tiró de rodillas en el pasto que ahora estaba seco, y sin poder evitarlo, lloró profunda y amargamente, llenando rápidamente de flores azules aquel lugar, las más tristes flores azules que hayan surgido hasta entonces en aquel bosque. Los lobos lanzaron un enorme y triste aullido, y aquella Bruja no pudo más que pasar las horas llorando, y preguntándose cómo aquello había podido suceder, cómo algo tan ruin pudo ocurrir en su bosque, el cual protegía de todo mal.

Magnolia comenzó a pasar los días en aquel lugar, dejando que sus lágrimas llenaran el suelo que ahora estaba muerto, cuando de repente, al anochecer, una figura conocida apareció ante ella, dibujándose entre las siluetas de los árboles, tomando forma por las flores y las mariposas que la rodeaban…

-Magnolia…mi pequeña Magnolia…tantas lágrimas para vclver a poblar este bosque prueban que te has convertido en una verdadera Bruja guardiana de la naturaleza...

Sorprendida, reconoció al instante aquella voz, que la había acompañado desde su infancia y le había mostrado el camino de la magia…y sollozando, se dirigió hacia ella:

-Abuela Owen, yo…lo lamento, no pude cuidar de este bosque, se suponía que lo cuidara, que la naturaleza haría su curso, que nadie lo profanaría, y mírame, fracasé, no pude protegerlo, perdóname-

-Has cuidado de este bosque tanto como deberías hacerlo, pero hay fuerzas malignas que se escapan incluso a tu poder, y es ahora cuando debes usar tus dones y tu vínculo con nuestra madre tierra, para detener a este enemigo-

-¿Quién hizo esto abuela? ¿Cómo puedo detenerlo?-

-Busca las marcas ocultas en los árboles, eso te dará la clave. Tú puedes detenerlo, de no hacerlo todo el bosque sufrirá el mismo destino que estos nobles seres, que ahora llevaré al eterno verano-
-No te vayas aún abuela, te extraño, necesito de tus historias, de tus abrazos, de tu compañía, este bosque es muy grande para mí sola, no siento que sea la guardiana que debería, no soy la mitad de la bruja que tú fuiste, no soy digna de ser una Owen-

- Eres justo la guardiana que este bosque necesita, y estoy orgullosa de la bruja en la que te has convertido, se que lograrás salvar el bosque-
-
Abuela, no te vayas…-
-
Estoy siempre contigo mi pequeña-
Las almas de aquellos seres que habían muerto, comenzaron a salir de entre sus cuerpos, uniéndose a la silueta de la abuela Owen, quien se disponía a marcharse ya.

-Abuela, encontré al Conde, qué debo hacer?
La abuela, desvaneciéndose, sonrió dulcemente.

-Confía en el lenguaje de sus rosas-

Desapareció, dejando una estela de paz en aquel lugar, y después de tantas lágrimas, aquel lugar quedó poblado nuevamente de flores azueles. Al levantarse, Magnolia comenzó a buscar las marcas en los árboles, las cuales conocía, pero la llenaron de furia.
-Nigromante-

Magnolia volvió a casa, y sacó de su ático un viejo baúl, el cual estaba lleno de cosas que debía usar únicamente para una batalla. Un cascabel, utilizado por ella cuando era pequeña y heredado por su madre, un sombrero de punta que únicamente ella podía utilizar, ahora que era ya una bruja adulta, y una antigua capa negra perteneciente a su abuela. Por último, una triqueta de metal, en la cual reunía el poder de aquellos tres objetos. Caminando, se dirigió a las profundidades de aquel bosque, sin tener idea de si volvería a su amada casa.
Justo en el centro, Magnolia dejó caer en el suelo tres semillas de calabaza, y al lanzar el conjuro adecuado hizo surgir un resplandor que se elevó por los cielos.
-Sal de ahí, Nigromante-
De entre los árboles, surgió un hombre vestido con ropas viejas, vistiendo una máscara de cráneo.
-Querida Magnolia, ¿tan pronto deseas fallecer?-
-Bastante repugnantes son los de tu clase, que absorben la vida de la naturaleza y su alma, como para tener que sostener un diálogo contigo-
- No creerás que puedes detenerme, ¿cierto? Tengo 300 almas guardadas en mi interior, mi poder sobre la muerte me ha permitido rejuvenecer, aprisionando almas, una simple bruja no tiene oportunidad contra mí, es mejor que te retires, este bosque será mío.
-¡Silencio!-
Magnolia lanzó un hechizo destructor que el nigromante evadió  gracias a las almas en pena que lo rodeaban, y rápidamente se desplazó hacia otro lugar, lanzando un contrahechizo hacia Magnolia, el cual logró lanzarla lejos. Sin embargo, la bruja logró reincorporarse, y contraatacar, logorando derribar al nigromante. Comenzó así una feroz batalla, en la cual aquella bruja peleaba con todo su poder para salvar aquel bosque.




-No esperaba tanta resistencia de una débil mujer, pero este baile ha sido divertido, ahora déjame mostrarte lo que puedo hacer-
Magnolia atacó de nuevo, pero su hechizo se desintegró, y aquel viejo hechicero fue acercándose a ella lentamente, conteniendo el ataque en una sola mano.
Las almas en pena que servían a aquel nigromante comenzaron a elevarse y rodearlo, llenándolo de su poder. Tomó a Magnolia del cuello, anulando completamente su poder, y absorbiéndolo para sí mismo.
-Ah, el poder de una bruja, al fin me pertenece, ahora eres únicamente una mujer, lo cual no es ningún tipo de amenaza para mí. Esto es justamente lo que necesitaba, con el poder de la muerte, y tu poder sobre la vida, ahora puedo absorber toda la energía de este bosque sin problemas.
Magnolia, lastimada en el suelo, y derrotada, contemplaba cómo el poder del bosque comenzaba a mezclarse con las almas del Nigromante, dando nuevamente inicio al proceso que acabó con aquellos animales en el rincón donde pudo ver nuevamente a su abuela.
-Mira esto Magnolia!!  No te parece maravilloso? El poder del bosque es solo mío!!! 
El bosque comenzó a perder su vida, los árboles comenzaron a secarse, los animales comenzaron a morir, hasta que en un punto, el proceso se detuvo, dándole el completo poder a aquel maligno mago, cuyos ojos se habían tornado verdes completamente. Magnolia, furiosa, se lanzó a atacarlo, pero resultó inútil debido a que no contaba ya con ningún tipo de poder.
De las sombras surgió entonces un ejército lidereado por Phenryl, se trataba de la armada de los Hombres Lobo, quienes atacaron a aquel sujeto, lanzando sus mordidas y rasguños. Sin embargo, a pesar de dar una feroz batalla, fueron vencidos por el poder inmenso de la vida y la muerte reunidos en el Nigromante.
-Soy lo supremo ahora, pero tú debes desaparecer, es una pena que no seas más que la débil descendiente de la anciana Owen, y no puedas igualarte en su poder, ahora, en su nombre, voy a sacrificarte-
Sacando de entre sus ropas una vieja daga, se dispuso a atacarla, y una enorme mancha de sangre brotó entre los árboles.
-Noo, maldito, maldito seas-
De entre lo profundo de la noche, una parvada de murciélagos surgió y atacó al hechicero, haciéndolo tropezar. Lanzándolos lejos con su ataque, creyó liberarse de ellos, sin darse cuenta de que el verdadero peligro era aquel que comandaba la parvada. El enorme murciélago de ojos color sangre, inmune a la magia,  se lanzó sobre su cuello, impidiéndole defenderse debido a la agilidad y fuerza de su ataque.
Magnolia, sorprendida, comenzó de pronto a sentir una misteriosa fuerza rodeando su cuerpo. Los ecos del bosque comenzaron a escucharse, los cuales había escuchado únicamente la primera noche que acompañó a su abuela durante un Samhain, y fue presentada a los espíritus del bosque.  Ellos, que conocían el peligro, decidieron dar su poder a aquella bruja, para que acabara definitivamente con la amenaza.
Lleno de sangre, el hechicero pudo por fin liberarse de su atacante, lanzándolo lejos, sin embargo, al voltear, notó que su verdadero rival se había alzado con más poder que nunca. Apareciendo  una triqueta en el pecho de Magnolia, tras ella resplandecían la silueta de su abuela Owen, la silueta de su madre, y su propia silueta de su etapa infantil.


-Dijiste que no soy digna del poder de una Owen, y que sin mi poder no soy más que una débil mujer y no una bruja. Te equivocaste al venir a atacar este bosque, te equivocaste también al pensar que no tendría poder, pues por ser mujer el poder de una bruja reside en mí, y eso mismo impide que un hechicero pueda controlarlo, solo  una mujer tiene el vínculo con la naturaleza, estás acabado.
-No lo creo, tú eres únicamente Magnolia,  ya te lo dije, la débil descendiente de Owen, nada más puedes hacer-
El Nigromante reunió el poder que le restaba, debilitado por la sangre que le había sido extraída.
-Mi nombre no es Magnolia…Mi nombre es OWEN!!-
Diciendo estas palabras, un enorme hechizo salió de sus manos, lanzando muy lejos a aquel  sujeto, derrotado por el poder inmenso, llegado al máximo punto de Owen.
Debido a que el Nigromante fue despoojado de su poder,  la vida regresó rápidamente al bosque, revirtiendo el proceso que Owen tanto temía. La bruja, cansada, cayó de rodillas, dándose cuenta de que el murciélago se encontraba tirado en el suelo, herido por el hechizo defensivo de su enemigo.
.Lo lamento, yo, no pude hacer nada, yo…quisiera liberarte de tu condena, has salvado junto a mí este bosque…no, no mueras!!-
El murciélago, debilitado y sin poder aletear, agonizaba.
-Nadie como tú me regaló su amor con tantas rosas, y alivió así con su ilusión mi soledad-
Tomándolo entre sus manos, besó aquella pequeña boca, antes de que aquel ser diera su último aliento. Lo puso contra su pecho, derramando un par de lágrimas que tocaron débilmente aquellas alas. De pronto, el murciélago se desintegró en las manos de Magnolia, convirtiéndose en una densa niebla oscura que comenzó a rodear aquel lugar con resplandores carmesí. La misma niebla se convirtió en una parvada gigantesca de murciélagos que comenzaron a volar alrededor del lugar, y desaparecieron.
Magnolia, triste y de rodillas, y débil por la batalla, comenzó a lamentarse por la idea de no volver a ver jamás una rosa sobre su techo.  De pronto, unas pisadas se escucharon, y tras un árbol, surgió, malherido y furioso, el nigromante. Cargaba una pesada espada, y furioso se lanzó contra la bruja, buscando finalmente aniquilarla.
La bruja, sorprendida, no pudo reaccionar, debido a su debilidad y cansancio. Justo cuando la hoja estaba a punto de ser enterrada en su cuello, una parvada de murciélalgos se interupuso entre ella y su atacante. Aquellos murciélagos comenzaron a tomar una nueva forma, convirtiéndose en una silueta envuelta en un manto negro, quien detuvo aquel ataque con una sola mano.
-T-T Tú…no puede ser…tú eres…-
-Yo…soy el Conde, y tú eres mi cena, Nigromante-
Doblando la mano del hechicero, aquel Vampiro mordió su cuello, y devoró rápidamente su sangre, acabando finalmente con él.  Al terminar, vio a Magnolia, cansada y débil, de rodillas ante él. Arrodillándose, la tomó en sus brazos, y escoltado por los hombres lobo que habían vuelto a su forma humana, la llevó nuevamente a su casa, a descansar después de tan feroz batalla.  Durante el camino, todas las criaturas del bosque salían al encuentro del conde, siguiendo el cortejo que llevaba a aquella bruja a su hogar nuevamente, agradecidos todos, hadas, duendes, animales, aves, y demás criaturas, por haber salvado su hogar. Ya en aquella pequeña casa, el conde recostó dulcemente a Magnolia en su cama, besando sus manos y diciendo despacio a sus oídos.
-Gracias por haberme liberado-
El amanecer estaba cerca, y antes de que los rayos del sol asomaran…El Conde desapareció entre los antiguos árboles, mientras poco a poco, en aquel jardín, y en aquel hermoso bosque…el despertar de la esperanza de un nuevo día…llegaba al fin, y pronto, el dulce olor de los postres regresaría a aquella casa, junto a la mujer que dulcemente cuidaba de todos los seres del bosque, y a la vez…eran ellos quienes ahora cuidarían de ella…eternamente.
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 Dos días después de aquella batalla, al anochecer, Magnolia despertó, recuperada de sus heridas y rodeada por las flores que los seres del bosque llevaron a su cama. Al salir de casa, se encontró con un viento suave, frío, aunque apacible.  Al voltear hacia su techo, le sorprendió encontrar nuevamente una rosa, aunque en esta ocasión no se trataba de una rosa color sangre depositada ahí a cambio de la sangre de bruja. Se trataba de una rosa blanca, sumamente bella. Al tomarla en sus manos y salir al jardín, notó cómo el aire estaba lleno de pétalos rojos y negros, los cuales formaban un sendero. Extrañada, comenzó a seguir aquellos pétalos, los cuales, luego de una breve caminata la llevaron a un viejo roble, lleno de rosas negras y rojas…eran las mismas rosas que recibía cada mañana!  Entonces, pudo sentir una presencia  conocida, lo cual  puso a sudar sus manos. Detrás de aquel roble, de espaldas, se encontraba una silueta oscura, la cual al voltear hacia ella dejó ver el mismo par de ojos rojos. Envuelto en un manto negro,  y sosteniendo una rosa roja sacada de esos atuendos oscuros, avanzó hacia Magnolia, quien al mismo tiempo se aproximó a él…hasta quedar ambos frente a frente, mirándose a los ojos en medio del bosque, rodeados de pétalos rojos y oscuros…envueltos en el enigmático lenguaje de las rosas.

                                                                     Fin.

Un agradecimiento especial a Isaura, por su colaboración en la ilustración de esta historia. 



Murciélago.