Había una vez, en un reino muy, muy lejano, una bruja llamada Magnolia, quien vivía solitaria en su pequeña casa en medio del bosque, cuidando siempre de los animales, plantas y flores que la rodeaban.
Todas las criaturas del bosque
amaban a esta bruja; las hadas acudían a conseguir polvos para abrillantar sus
alas y contarle sus amoríos con hombres
lobo, los hombres lobo la buscaban para conseguir pociones que detuvieran su
transformación, y así bailar bajo la
luna llena con sus hadas en su forma humana. En fin, Magnolia atendía, ayudaba y conocía a todos los seres
de aquellos lugares, a todos…excepto a aquel a quien llamaban El Conde. Acerca
de él únicamente había escuchado tristes historias, como aquella narrada por su
abuela en una noche fría:
-Cuentan que en el castillo de los Duval
vivía un poderoso Conde, el último descendiente de una vieja casta de Vampiros,
quien por su maldad fue castigado por
los espíritus del bosque, y un día simplemente desapareció junto con aquel
castillo sin dejar rastro, pero cada 10 años, cuando la luna se torna totalmente roja, se dice que es la
señal de que el Conde sigue con vida, sufriendo por su condena-
Magnolia sentía
tristeza al escuchar esas historias; se preguntaba si aquel ser de verdad sería
así de malvado, y si un día llegaría a verlo.
Antes de continuar, permítanme que les
describa aquel mágico lugar donde Magnolia habitaba. Su casa era pequeña, hecha
de madera con techos triangulares, y desde ahí
emanaba siempre un aroma dulce, ya que Magnolia gustaba de preparar pan
y postres para sus visitas, y al mismo tiempo dejar algunas de estas delicias
en su patio para aquellas criaturas que pasaran por el lugar. Para llegar a la puerta de su casa, era necesario
atravesar un jardín repleto de plantas que la bruja usaba para sus pociones.
También, en el suelo habitaban cientos de hongos, los cuales se encendían cada noche iluminando
el pequeño sendero de piedra que conducía a la entrada de la choza. Las hadas
se encargaban de mantener esos hongos en buenas condiciones, regando sobre
ellos el agua de luna llena, la cual se conseguía al dejar agua en pequeños
recipientes sobre la copa de los árboles cada que la luna estaba en su fase más
brillante. Cuando el ciclo lunar terminaba, estos seres alados recogían el
agua, la cual se había transformado en
un líquido blanco y brilloso, el cual vertían sobre los hongos. Esta no era la
única función del agua de luna, ya que Magnolia la recolectaba también para
curar un sinfín de males, y se dice que para renovar su poder, las brujas deben
bañarse en esta agua cada noche en que la luna se ausenta. En el jardín
habitaban también un buen número de calabazas, quienes sonreían y saludaban a
Magnolia cada vez que pasaba por donde se encontraban. Solían poner expresiones
tristes cuando la bruja se encontraba melancólica, porque han de saber que a
pesar de sus hechizos y su amor por
aquel bosque, de vez en cuando anhelaba un compañero que le brindara su abrazo
durante las noches de invierno.
Una noche, como
cada tres meses, se reunió con las brujas de los bosques cercanos. En esta
ocasión, la reunión tuvo lugar en su casa. Al caer la noche, el cielo se vio
atravezado por ágiles escobas que cruzaban el bosque dejando un rastro de magia
por donde pasaban. Al llegar al lugar
indicado, se topaban con el divertido letrero puesto por la misma Magnolia en
la entrada de su patio, el cual tenía escrito lo siguiente: “Witch´s House”,
que en inglés significa: “Casa de la Bruja.”
Las asistentes acomodaban sus escobas en la entrada, y bromeaban con las
calabazas que las recibían con amabilidad.
La noche se
convertía en una divertida velada, donde el intercambio de fórmulas, regalos,
postres, historias de hechizos que tuvieron un resultado divertidamente
inesperado, y demás, amenizaban aquella reunión. Pasadas las tres de la
madrugada, Gardenia, una de las asistentes, preguntó a Magnolia:
-¿ y cuándo
conoceremos a algún enamorado tuyo?-
-Es verdad querida,
¿cuándo nos presentarás a algún apuesto caballero que te acompañe?-
-Eso puede esperar,
chicas- respondió la bruja, quien odiaba ese tema- -¿alguna quiere más jugo de calabaza?-
-¡yo!- se escuchó
al unísono, y todas abandonaron el interrogatorio.
La anfitriona se
levantó y se dirigió a la cocina, donde al servir un poco de jugo en cada copa,
no pudo evitar derramar una lágrima al pensar en su secreta soledad. Se
apresuró a evitar que otras lágrimas cayeran, pues es bien sabido que cada vez
que una bruja derrama una lágrima, ésta se convierte en una flor azul llamada Reißenhexe
, Magnolia no quería ver el piso de su casa lleno de flores, por lo que cada
vez que se sentía triste se dirigía a un apartado lugar del bosque, justo donde
se encontraba el cementerio de los seres elementales, donde podía derramar las
lágrimas que quisiera, ya que al hacerlo llenaba el suelo de flores para sus
amados seres. Se trata del consuelo que la madre naturaleza ofrece a las
brujas, ya que al florecer sus lágrimas, una sonrisa acude a su rostro.
Al terminar la
reunión, todas las brujas se retiraron, dejando sola a Magnolia, quien después
de realizar un hechizo que limpiara aquel desorden dejado por sus compañeras,
se dispuso a leer uno de los libros que las asistentes le dieron como regalo.
“El Libro de los errantes”, decía el título. Se trataba de una serie de
pequeños escritos acerca de los seres a los que los espíritus del bosque habían
condenado. Cada uno, venía acompañado de un bello dibujo de su correspondiente
personaje. El último de éstos llamó la atención de Magnolia; se trataba acerca
de aquel ser de quien había escuchado
diversas historias tristes:”El Conde”.
“Oriundo de los
bosques de Bakonia, dícese que fue maldito por la cantidad de víctimas a
quienes dejó sin sangre. Su castillo se volvió invisible a los ojos de
todos, y el conde mismo se rumora fue
convertido en un espectro sin cuerpo, nadie le ha visto en los últimos años
aunque se dice que sigue con vida.”
La ilustración
mostraba a un caballero de semblante triste observando por la ventana de un
viejo castillo, imagen que fue grabada por un
sirviente antes de que el conde fuera castigado. Sin embargo, lo que más
llamó la atención de la bruja fueron sus ojos de un color rojo oscuro como la
sangre. La hora de dormir había llegado, y Magnolia, somnolienta y cansada, se
echó a dormir cuando el sol comenzaba a dejarse ver.
Cuando la noche
había llegado, la bruja despertó luego de haber dormido todo el día, y al salir
a la puerta de su casa, vio el patio iluminado por los hongos, las hadas cruzar
e un lado a otro, y en medio de los árboles, unos inquietantes ojos amarillos.
-Qué alegría ver
por aquí a alguien que no viene cubierto de pelo esta vez-
De entre las
sombras surgió un hombre alto y fuerte, quien se acercó amablemente a Magnolia
besando su mano de manera galante. Se trataba de Phenryl, un hombre lobo
guardián de ese bosque. Era un viejo amigo de la bruja, quien la visitaba de
vez en cuando para curar algún mal, o advertirle sobre algún peligro.
-Ha sido vista la
niebla carmesí en algunos lugares del bosque, y creí que debías saberlo…ronda
estos lugares, y no desearás que lastime a alguna de tus amadas criaturas-
-Tendré cuidado, querido, agradezco la información-
Aquel individuo de
aspecto guerrero se marchó rápidamente, mientras Magnolia se dirigía a cortar
las flores habituales que llevaría al cementerio del bosque, no sin antes
entrar en su casa para ponerse su capucha negra. Se adentró entonces en las
profundidades de aquel lugar, iluminando el camino con su vieja lámpara
de mano. El camino era tenebroso y oscuro, completamente lleno de
niebla. Parvadas completas de murciélagos atravesaban los árboles, por lo que
la bruja debía agacharse para no ser golpeada por sus veloces alas. A lo lejos,
las Banshees lanzaban sus enormes alaridos, y aullidos de hombres lobo
resonaban en las montañas. Aún así nada de esto lograba asustar a Magnolia, quien
conocía a la perfección este bosque y sus secretos.
Luego de caminar un
largo rato en la oscuridad, al fin llegó al antiguo cementerio, el cual era
conocido también como “Cementerio de Hadas”. Estatuas de hombres lobo en
posición de batalla, hadas con ramos de flores en las manos, duendes sigilosos
y brujas adornaban aquel viejo lugar lleno de niebla.
Magnolia dejó las
flores correspondientes y se dispuso a marcharse, cuando de pronto un viento
frío la hizo voltear la mirada hacia un terrible par de ojos rojos que la
observaban. La bruja observó aquellos ojos fijamente, y al prepararse para
lanzar un hechizo que dejara al descubierto de quien se trataba, el ser
emprendió el vuelo velozmente, dejando ver que se trataba de un murciélago que
colgaba bocabajo de un árbol, provocando que el hechizo de Magnolia se
estrellara contra una rama, sin tener efecto alguno. Cuando aquel ser se alejó volando velozmente,
un rastro de niebla carmesí, roja como la sangre, quedó flotando en el
aire. Magnolia regresó sumamente
inquieta a su casa, preocupada por las víctimas que aquel ser pudiera cobrar en
su bosque.
Sin embargo, algo
sucedió cuando aquellos ojos se cruzaron con los suyos; pudo sentir una
tristeza enorme, como si aquel ser comunicara un mensaje doloroso por medio de
esos ojos color sangre.
Ya en casa, pensó
en que debería hacer contacto con aquel murciélago, pues evidentemente era
distinto al resto de los que habitaban en aquel bosque, y jamás lo había visto antes, y evitar que
dañara a algún ser. Según uno de sus
libros más antiguos, este tipo de Murciélagos de ojos rojos se alimentaban de
pequeñas porciones de sangre, pero si se
deseaba realmente entablar comunicación con él, era necesaria la sangre de una
bruja, lo cual los atrae en gran manera.
Magnolia, dispuesta
a saber si sus intenciones eran buenas o malas, sacó de su baúl una vieja aguja de
metal, con la cual hizo un corte en uno de sus dedos. Vació la sangre en una
diminuta copa y la depositó en la salida de su casa, en el techo.
La mañana
siguiente, al salir a observar el sol y
prepararse para comenzar su habitual caminata, encontró algo curioso en
la terraza de su techo. Se trataba de una rosa oscuramente roja, junto a la
copa de sangre, la cual estaba totalmente vacía…
A partir de
entonces, cada noche al ir a dormir, Magnolia dejaba un poco de su sangre en
aquella copa, y a cambio recibía una rosa, la cual guardaba en un florero de cristal
negro heredado por su legendaria abuela…la poderosa bruja Owen. Sin embargo, en
raras ocasiones lograba encontrar al murciélago, pues aunque lo intentara, cada
vez que lo esperaba, únicamente sentía un viento frío que agitaba aquellos
robles, y al salir…la rosa había sido ya depositada en su techo, y la sangre
bebida.
En una ocasión, sin
embargo, al quedarse profundamente dormida luego de una larga serie de
hechizos, fue despertada por el frío que llegó al lugar. Se trataba de un
fuerte viento, el cual era aún más helado que el que solía asolar aquel bosque.
La bruja salió de la cama, tomó su capa, y
salió al jardín. El bosque completo se encontraba lleno de una escarcha
blanca, pero más extraño aún…la escarcha estaba llena de pequeñas gotas de sangre.
Aquella imagen asustó a Magnolia, quien temía algún daño para alguno de sus
amados seres del bosque. De inmediato se dirigió a tomar su escoba, cuando
entonces encontró sobre su casa algo inusual: se trataba de una rosa marchita,
la cual por lo visto era bastante vieja. Debajo de esa rosa, se encontraba un
viejo papel, el cual, al desenvolverlo, Magnolia encontró que tenía las
siguientes palabras escritas:
-El rastro de
sangre te llevará a saber lo que necesitas-
Al voltear, notó
cómo efectivamente aquellas gotas de sangre formaban un delgado camino hacia el
norte del bosque. Después de mucho caminar, se encontró con un una pequeña
arbolelda marchita que jamás había visto, y al atravesarla, encontró un viejo
libro de piedra en manos de la estatua de un ángel, cubierto por pétalos
marchitos, y algunas gotas de sangre sobre aquel libro abierto. Cuando Magnolia
tocó aquel libro ensangrentado, éste se convirtió en un libro de verdad, el
cual comenzó a desplegar imágenes que tomaron forma rápidamente.
En un viejo
castillo, la sombría figura de un No Muerto devoraba la sangre de varias
víctimas, y tras él podrían verse las almas de todos a cuantos había
desangrado. De pronto, se le veía de rodillas en medio del bosque, derramando
lágrimas de sangre por aquellas culpas. Los espíritus del bosque, lo miraban
seriamente, y de pronto, su cuerpo se desvanecía, y quedaba convertido en algo
que a Magnolia le parecía bastante familiar…un murciélago de ojos carmesí, que
se perdía en la infinidad de la noche.
El libro se cerró,
y Magnolia, sorprendida, comprendió
finalmente todo sobre el Conde. El
frío se detuvo, y el bosque volvió a su habitual calma nocturna. Sin
embargo, aquel ángel de piedra y aquella arboleda habían desaparecido. La bruja
regresó a casa, sintiendo una enorme tristeza por aquella historia, y por los
siglos que en soledad, al igual que ella, debía haber pasado aquel ser. Y sin
querer, había estado alimentando al Conde, y habían sido sus rosas las que
había guardado en el florero de la abuela Owen.
La mañana era
nublada y con algo de brisa, por lo cual aquella rosa estaba húmeda. Magnolia
tomó aquella flor delicadamente entre sus manos, y la depositó en el hermoso
florero de cristal azul donde guardaba todas las que recolectaba. Sin darse
cuenta, pasaron varias horas durante las cuales estuvo contemplando aquella
rosa, su belleza era sobrenatural, incluso en aquel lugar donde la magia y lo
sobrenatural eran habituales. Los pétalos tenían un color más rojo de lo
normal, como si hubieran sido pintados con algún hechizo que la propia Magnolia
desconociera.
Mientras tanto, en
la otra orilla del bosque un individuo
con una vieja túnica, sucia y maltratada marcaba los árboles con una filosa
punta, dibujando en ellos oscuros y
antiguos símbolos. Las marcas eran puestas en forma simétrica, con aquellas
viejas manos que a la vez cargaban un gastado báculo de madera. El hombre que realizaba estas marcas confirmó
que un círculo hubiera sido formado por los árboles en los cuales había
dibujado aquellos signos. Se sentó en el suelo, entre las flores grises
sembradas por la lluvia. Viejas frases, pronunciadas en una lengua que pocos
conocen ya, eran repetidas por aquel anciano, provocando que en aquel pequeño
lugar el viento comenzara a alterar su curso. Las criaturas del bosque que
pasaban por ahí comenzaban a acercarse, acostumbradas a los hechizos de
Magnolia. Sin embargo, una maligna
sonrisa se dibujó en el rostro de aquel
sujeto, quien al alzar los brazos provocó que surgiera un resplandor
verde de aquellos árboles, el cual apareció en sus ojos también.
Una extraña aura
verde surgió del cuerpo del anciano, alcanzando a las criaturas que trataban de
huir, para después volver a él, quien después de un grito dejó surgir
nuevamente aquel resplandor, que cubrió todo el lugar, provocándole cerrar los
ojos. El ritual había terminado, y el viejo hechicero sonrió al sentir
nuevamente sus manos y su cuerpo lleno de poder, y aquel verde resplandor
emanando de su cuerpo como vapor. Satisfecho, se retiró de aquel lugar, el cual
había dejado ya de ser el mismo.
La tarde era
lluviosa, el techo de la casa de Magnolia, quien se había quedado dormida en el
sofá. De pronto, una terrible sensación la hizo despertarse, y tomar su capa
aceleradamente, junto a su escoba. Sin importar la lluvia, salió
apresuradamente, siendo guiada por una parvada de cuervos hacia una lejana
orilla del bosque. Viajaba lo más rápido
posible, al tener la sensación de que algo terrible había sucedido.
Al llegar al lugar,
encontró el escenario más terrible que jamás hubiera visto. Los árboles estaban
totalmente quemados, y los conejos, venados, siervos, y demás animales que
habitaban esa parte del bosque, se encontraban muertos en el suelo, con la vida
absorbida por una maligna entidad. Magnolia se tiró de rodillas en el pasto que
ahora estaba seco, y sin poder evitarlo, lloró profunda y amargamente, llenando
rápidamente de flores azules aquel lugar, las más tristes flores azules que
hayan surgido hasta entonces en aquel bosque. Los lobos lanzaron un enorme y triste
aullido, y aquella Bruja no pudo más que pasar las horas llorando, y
preguntándose cómo aquello había podido suceder, cómo algo tan ruin pudo
ocurrir en su bosque, el cual protegía de todo mal.
Magnolia comenzó a
pasar los días en aquel lugar, dejando que sus lágrimas llenaran el suelo que ahora estaba muerto, cuando de repente, al anochecer, una figura conocida
apareció ante ella, dibujándose entre las siluetas de los árboles, tomando
forma por las flores y las mariposas que la rodeaban…
-Magnolia…mi
pequeña Magnolia…tantas lágrimas para vclver a poblar este bosque prueban que
te has convertido en una verdadera Bruja guardiana de la naturaleza...
Sorprendida,
reconoció al instante aquella voz, que la había acompañado desde su infancia y
le había mostrado el camino de la magia…y sollozando, se dirigió hacia ella:
-Abuela Owen, yo…lo
lamento, no pude cuidar de este bosque, se suponía que lo cuidara, que la
naturaleza haría su curso, que nadie lo profanaría, y mírame, fracasé, no pude
protegerlo, perdóname-
-Has cuidado de
este bosque tanto como deberías hacerlo, pero hay fuerzas malignas que se
escapan incluso a tu poder, y es ahora cuando debes usar tus dones y tu vínculo
con nuestra madre tierra, para detener a este enemigo-
-¿Quién hizo esto
abuela? ¿Cómo puedo detenerlo?-
-Busca las marcas
ocultas en los árboles, eso te dará la clave. Tú puedes detenerlo, de no
hacerlo todo el bosque sufrirá el mismo destino que estos nobles seres, que
ahora llevaré al eterno verano-
-No te vayas aún
abuela, te extraño, necesito de tus historias, de tus abrazos, de tu compañía,
este bosque es muy grande para mí sola, no siento que sea la guardiana que
debería, no soy la mitad de la bruja que tú fuiste, no soy digna de ser una
Owen-
- Eres justo la guardiana que este bosque necesita, y estoy orgullosa de la bruja en la que te has convertido, se que lograrás salvar el
bosque-
-
Abuela, no te
vayas…-
-
Estoy siempre
contigo mi pequeña-
Las almas de
aquellos seres que habían muerto, comenzaron a salir de entre sus cuerpos,
uniéndose a la silueta de la abuela Owen, quien se disponía a marcharse ya.
-Abuela, encontré
al Conde, qué debo hacer?
La abuela,
desvaneciéndose, sonrió dulcemente.
-Confía en el
lenguaje de sus rosas-
Desapareció,
dejando una estela de paz en aquel lugar, y después de tantas lágrimas, aquel
lugar quedó poblado nuevamente de flores azueles. Al levantarse, Magnolia
comenzó a buscar las marcas en los árboles, las cuales conocía, pero la
llenaron de furia.
-Nigromante-
Magnolia volvió a
casa, y sacó de su ático un viejo baúl, el cual estaba lleno de cosas que debía
usar únicamente para una batalla. Un cascabel, utilizado por ella cuando era
pequeña y heredado por su madre, un sombrero de punta que únicamente ella podía
utilizar, ahora que era ya una bruja adulta, y una antigua capa negra
perteneciente a su abuela. Por último, una triqueta de metal, en la cual reunía
el poder de aquellos tres objetos. Caminando, se dirigió a las profundidades de
aquel bosque, sin tener idea de si volvería a su amada casa.
Justo en el centro,
Magnolia dejó caer en el suelo tres semillas de calabaza, y al lanzar el
conjuro adecuado hizo surgir un resplandor que se elevó por los cielos.
-Sal de ahí,
Nigromante-
De entre los
árboles, surgió un hombre vestido con ropas viejas, vistiendo una máscara de
cráneo.
-Querida Magnolia,
¿tan pronto deseas fallecer?-
-Bastante
repugnantes son los de tu clase, que absorben la vida de la naturaleza y su
alma, como para tener que sostener un diálogo contigo-
- No creerás que
puedes detenerme, ¿cierto? Tengo 300 almas guardadas en mi interior, mi poder
sobre la muerte me ha permitido rejuvenecer, aprisionando almas, una simple
bruja no tiene oportunidad contra mí, es mejor que te retires, este bosque será
mío.
-¡Silencio!-
Magnolia lanzó un
hechizo destructor que el nigromante evadió
gracias a las almas en pena que lo rodeaban, y rápidamente se desplazó
hacia otro lugar, lanzando un contrahechizo hacia Magnolia, el cual logró
lanzarla lejos. Sin embargo, la bruja logró reincorporarse, y contraatacar,
logorando derribar al nigromante. Comenzó así una feroz batalla, en la cual
aquella bruja peleaba con todo su poder para salvar aquel bosque.
-No esperaba tanta
resistencia de una débil mujer, pero este baile ha sido divertido, ahora déjame
mostrarte lo que puedo hacer-
Magnolia atacó de
nuevo, pero su hechizo se desintegró, y aquel viejo hechicero fue acercándose a
ella lentamente, conteniendo el ataque en una sola mano.
Las almas en pena
que servían a aquel nigromante comenzaron a elevarse y rodearlo, llenándolo de
su poder. Tomó a Magnolia del cuello, anulando completamente su poder, y
absorbiéndolo para sí mismo.
-Ah, el poder de
una bruja, al fin me pertenece, ahora eres únicamente una mujer, lo cual no es
ningún tipo de amenaza para mí. Esto es justamente lo que necesitaba, con el
poder de la muerte, y tu poder sobre la vida, ahora puedo absorber toda la
energía de este bosque sin problemas.
Magnolia, lastimada
en el suelo, y derrotada, contemplaba cómo el poder del bosque comenzaba a
mezclarse con las almas del Nigromante, dando nuevamente inicio al proceso que
acabó con aquellos animales en el rincón donde pudo ver nuevamente a su abuela.
-Mira esto
Magnolia!! No te parece maravilloso? El
poder del bosque es solo mío!!!
El bosque comenzó a
perder su vida, los árboles comenzaron a secarse, los animales comenzaron a
morir, hasta que en un punto, el proceso se detuvo, dándole el completo poder a
aquel maligno mago, cuyos ojos se habían tornado verdes completamente.
Magnolia, furiosa, se lanzó a atacarlo, pero resultó inútil debido a que no contaba
ya con ningún tipo de poder.
De las sombras
surgió entonces un ejército lidereado por Phenryl, se trataba de la armada de
los Hombres Lobo, quienes atacaron a aquel sujeto, lanzando sus mordidas y
rasguños. Sin embargo, a pesar de dar una feroz batalla, fueron vencidos por el
poder inmenso de la vida y la muerte reunidos en el Nigromante.
-Soy lo supremo
ahora, pero tú debes desaparecer, es una pena que no seas más que la débil
descendiente de la anciana Owen, y no puedas igualarte en su poder, ahora, en
su nombre, voy a sacrificarte-
Sacando de entre
sus ropas una vieja daga, se dispuso a atacarla, y una enorme mancha de sangre
brotó entre los árboles.
-Noo, maldito,
maldito seas-
De entre lo
profundo de la noche, una parvada de murciélagos surgió y atacó al hechicero,
haciéndolo tropezar. Lanzándolos lejos con su ataque, creyó liberarse de ellos,
sin darse cuenta de que el verdadero peligro era aquel que comandaba la
parvada. El enorme murciélago de ojos color sangre, inmune a la magia, se lanzó sobre su cuello, impidiéndole
defenderse debido a la agilidad y fuerza de su ataque.
Magnolia,
sorprendida, comenzó de pronto a sentir una misteriosa fuerza rodeando su
cuerpo. Los ecos del bosque comenzaron a escucharse, los cuales había escuchado
únicamente la primera noche que acompañó a su abuela durante un Samhain, y fue
presentada a los espíritus del bosque.
Ellos, que conocían el peligro, decidieron dar su poder a aquella bruja,
para que acabara definitivamente con la amenaza.
Lleno de sangre, el
hechicero pudo por fin liberarse de su atacante, lanzándolo lejos, sin embargo,
al voltear, notó que su verdadero rival se había alzado con más poder que
nunca. Apareciendo una triqueta en el
pecho de Magnolia, tras ella resplandecían la silueta de su abuela Owen, la
silueta de su madre, y su propia silueta de su etapa infantil.
-Dijiste que no soy
digna del poder de una Owen, y que sin mi poder no soy más que una débil mujer
y no una bruja. Te equivocaste al venir a atacar este bosque, te equivocaste
también al pensar que no tendría poder, pues por ser mujer el poder de una
bruja reside en mí, y eso mismo impide que un hechicero pueda controlarlo,
solo una mujer tiene el vínculo con la
naturaleza, estás acabado.
-No lo creo, tú
eres únicamente Magnolia, ya te lo dije,
la débil descendiente de Owen, nada más puedes hacer-
El Nigromante
reunió el poder que le restaba, debilitado por la sangre que le había sido
extraída.
-Mi nombre no es
Magnolia…Mi nombre es OWEN!!-
Diciendo estas
palabras, un enorme hechizo salió de sus manos, lanzando muy lejos a aquel sujeto, derrotado por el poder inmenso,
llegado al máximo punto de Owen.
Debido a que el
Nigromante fue despoojado de su poder,
la vida regresó rápidamente al bosque, revirtiendo el proceso que Owen
tanto temía. La bruja, cansada, cayó de rodillas, dándose cuenta de que el
murciélago se encontraba tirado en el suelo, herido por el hechizo defensivo de
su enemigo.
.Lo lamento, yo, no
pude hacer nada, yo…quisiera liberarte de tu condena, has salvado junto a mí
este bosque…no, no mueras!!-
El murciélago,
debilitado y sin poder aletear, agonizaba.
-Nadie como tú me
regaló su amor con tantas rosas, y alivió así con su ilusión mi soledad-
Tomándolo entre sus
manos, besó aquella pequeña boca, antes de que aquel ser diera su último
aliento. Lo puso contra su pecho, derramando un par de lágrimas que tocaron
débilmente aquellas alas. De pronto, el murciélago se desintegró en las manos
de Magnolia, convirtiéndose en una densa niebla oscura que comenzó a rodear
aquel lugar con resplandores carmesí. La misma niebla se convirtió en una
parvada gigantesca de murciélagos que comenzaron a volar alrededor del lugar, y
desaparecieron.
Magnolia, triste y
de rodillas, y débil por la batalla, comenzó a lamentarse por la idea de no
volver a ver jamás una rosa sobre su techo.
De pronto, unas pisadas se escucharon, y tras un árbol, surgió,
malherido y furioso, el nigromante. Cargaba una pesada espada, y furioso se
lanzó contra la bruja, buscando finalmente aniquilarla.
La bruja,
sorprendida, no pudo reaccionar, debido a su debilidad y cansancio. Justo
cuando la hoja estaba a punto de ser enterrada en su cuello, una parvada de
murciélalgos se interupuso entre ella y su atacante. Aquellos murciélagos
comenzaron a tomar una nueva forma, convirtiéndose en una silueta envuelta en
un manto negro, quien detuvo aquel ataque con una sola mano.
-T-T Tú…no puede
ser…tú eres…-
-Yo…soy el Conde, y
tú eres mi cena, Nigromante-
Doblando la mano
del hechicero, aquel Vampiro mordió su cuello, y devoró rápidamente su sangre,
acabando finalmente con él. Al terminar,
vio a Magnolia, cansada y débil, de rodillas ante él. Arrodillándose, la tomó
en sus brazos, y escoltado por los hombres lobo que habían vuelto a su forma
humana, la llevó nuevamente a su casa, a descansar después de tan feroz
batalla. Durante el camino, todas las
criaturas del bosque salían al encuentro del conde, siguiendo el cortejo que
llevaba a aquella bruja a su hogar nuevamente, agradecidos todos, hadas,
duendes, animales, aves, y demás criaturas, por haber salvado su hogar. Ya en
aquella pequeña casa, el conde recostó dulcemente a Magnolia en su cama,
besando sus manos y diciendo despacio a sus oídos.
-Gracias por
haberme liberado-
El amanecer estaba
cerca, y antes de que los rayos del sol asomaran…El Conde desapareció entre los
antiguos árboles, mientras poco a poco, en aquel jardín, y en aquel hermoso
bosque…el despertar de la esperanza de un nuevo día…llegaba al fin, y pronto,
el dulce olor de los postres regresaría a aquella casa, junto a la mujer que
dulcemente cuidaba de todos los seres del bosque, y a la vez…eran ellos quienes
ahora cuidarían de ella…eternamente.
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Dos días después de
aquella batalla, al anochecer, Magnolia despertó, recuperada de sus heridas y
rodeada por las flores que los seres del bosque llevaron a su cama. Al salir de
casa, se encontró con un viento suave, frío, aunque apacible. Al voltear hacia su techo, le sorprendió
encontrar nuevamente una rosa, aunque en esta ocasión no se trataba de una rosa
color sangre depositada ahí a cambio de la sangre de bruja. Se trataba de una
rosa blanca, sumamente bella. Al tomarla en sus manos y salir al jardín, notó
cómo el aire estaba lleno de pétalos rojos y negros, los cuales formaban un sendero.
Extrañada, comenzó a seguir aquellos pétalos, los cuales, luego de una breve
caminata la llevaron a un viejo roble, lleno de rosas negras y rojas…eran las
mismas rosas que recibía cada mañana!
Entonces, pudo sentir una presencia
conocida, lo cual puso a sudar
sus manos. Detrás de aquel roble, de espaldas, se encontraba una silueta
oscura, la cual al voltear hacia ella dejó ver el mismo par de ojos rojos.
Envuelto en un manto negro, y
sosteniendo una rosa roja sacada de esos atuendos oscuros, avanzó hacia
Magnolia, quien al mismo tiempo se aproximó a él…hasta quedar ambos frente a
frente, mirándose a los ojos en medio del bosque, rodeados de pétalos rojos y
oscuros…envueltos en el enigmático lenguaje de las rosas.
Fin.
Un agradecimiento especial a Isaura, por su colaboración en la ilustración de esta historia.
Murciélago.